En Colombia, la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, CEV, va a pasar a la historia como la vencedora de las mil batallas luego de sobreponerse a los duros embates que ha sufrido y tendrá que sufrir mientras dure la ya larga lucha de los constructores de paz en los territorios. Y no es para menos, desde su propia consideración en los puntos de los Acuerdos de la Habana, la creación de una Comisión de la Verdad encargada de esclarecer las causas que subyacían a la generación del prolongado conflicto armado interno, suscitó encarnizadas discusiones pues no faltaron quienes, a título de representar la “gente de bien” o invocar el “honor militar” quisieron evitarla o por los menos soslayar su importancia.
En Colombia, la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, CEV, va a pasar a la historia como la vencedora de las mil batallas luego de sobreponerse a los duros embates que ha sufrido y tendrá que sufrir mientras dure la ya larga lucha de los constructores de paz en los territorios. Y no es para menos, desde su propia consideración en los puntos de los Acuerdos de la Habana, la creación de una Comisión de la Verdad encargada de esclarecer las causas que subyacían a la generación del prolongado conflicto armado interno, suscitó encarnizadas discusiones pues no faltaron quienes, a título de representar la “gente de bien” o invocar el “honor militar” quisieron evitarla o por los menos soslayar su importancia.
Vinieron luego y arrastrando las consecuencias de un plebiscito por la paz que se perdió, las luchas por instauración del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición(SIVJRNR). Superado este escollo, se desataron incesantes batallas por el carácter, la composición y alcances de la CEV, a pesar de que cada uno de estos aspectos, se creía, estaban suficientemente claros en los Acuerdos. Cada paso, cada movimiento de la CEV fue seguido celosamente por quienes desde siempre vieron en ésta una potencial enemiga del Establecimiento o por lo menos un severo obstáculo para la conservación de los privilegios alcanzados con base en la impunidad, la corrupción y la criminalidad generalizada y organizada, las más de las veces por las élites del poder. Un cierto despotismo burocrático, aunado a un no desestimable uso indebido de la fuerza y la cohabitación con la persecución genocida a líderes y lideresas opositores, constituyen el oscuro telón de fondo de la Comisión.
Sin esperar siquiera sus primeros resultados, la Comisión, de la Verdad, irónicamente se ha convertido en una víctima más de este doloroso proceso de transición histórica hacia la paz, la cual, pese a todo, sigue su camino irreversible. Cuestionada, censurada y permanentemente difamada por sus victimarios de oficio, la CEV seguramente cumplirá su misión, a condición de que nosotros como sociedad civil organizada no la dejemos sucumbir, a menos que como país entero paguemos caro tamaña indiferencia. La verdad no es un asunto solamente de las víctimas, es cuestión trascendental de la paz completa y de la nación que queremos.
La verdad es inocente
Una cadena de variadas y múltiples victimizaciones ha estado asociada a los esfuerzos de integración de territorios y comunidades a la nación colombiana y las narrativas sobre lo que ha pasado en ellos, están de lado generalmente de los vencedores. En el fondo esta verdad centralista y unilateral esconde los orígenes del conflicto armado interno. Por desconocimiento, por no reconocimiento o por deliberada interpretación, la verdad histórica es la gran sacrificada. Cualquier recorrido sobre los considerados como los territorios de la periferia colombiana, nos llevan a pensar que la verdad es inocente y por ello es necesario auscultarla como principio y soporte de la justicia y de la paz. Escuchar las voces de los colonos, campesinos, mujeres, indígenas y afrodescendientes en sus territorios, intercambiar sus posibles razones, base de sus victimizaciones, es condición necesaria para el esclarecimiento de la verdad y soporte de cualquier ejercicio de memoria, justicia, reparación y garantía de convivencia y reconciliación. El esclarecimiento de la verdad tiene significación como acto político y ético, acompañado de una práctica social, plural y responsable, que garantice los fines supremos de la paz y la reconciliación. Finalmente como lo demuestra la titánica labor de descubrimiento de la verdad territorial, para su esclarecimiento, ésta tiene que luchar, centímetro a centímetro, contra tres fantasmas que la asedian: el miedo, el odio y la venganza.